martes, julio 12, 2011

El poder y la razón

Actualmente, gobierne el partido que gobierne, éste se encontrará con dos fuerzas en constante choque: el poder y la razón.

El poder es lo que ostenta el partido gobernante. Es la fuerza del mando, la capacidad de acción, el privilegio de ordenar. El poder existe para la decisión, es la herramienta que ataja la pregunta ¿qué hacemos? Es una fuerza otorgada, no le pertenece al partido sino que se le concede para la gestión y la iniciativa durante un periodo de tiempo.

La razón es independiente de quien gobierne. Es una fuerza de la naturaleza; es el bosque, es el río, es el mar. La razón existe porque existe el ser humano, la razón es la lógica, la razón plantea la pregunta ¿qué deberiamos hacer?; y si se le da la oportunidad, la responde.

Cuando un partido está en el gobierno, utiliza ese poder en su beneficio. Claro, tiene que seguir vendiendo el discurso que corresponde a su color. Como los concesionarios venden coches, los partidos políticos venden discursos. Pero siempre que el partido gobernante actúa, esto es, siempre que usa su poder, lo hace barriendo para casa. El partido corre una cortina de humo ante los ojos de la opinión pública y por detrás de esa cortina toma las decisiones que más le convienen.

Pero claro, aquí es donde se produce el choque, porque el beneficio y la razón no siempre van de la mano: es más, casi nunca lo hacen. El poder le da la oportunidad al partido de vallar el bosque, de canalizar el río, de poner diques al mar. Un tiempo, al menos. El partido no necesita mucho tiempo, lo que vaya a durar en el mando. Hasta que el bosque crece sobre las alambradas, el río se desborda de ese cauce que no es el suyo y el mar inunda los diques y los arrolla.

Porque la razón no se detiene. Es como un glaciar, que avanza despacio pero arrastra todo a su paso. El partido gobernante no necesita combatirla más que el tiempo suficiente para hacerse con todo lo que pueda. Luego llegan las elecciones, la opinión pública ve los efectos que la acción devastadora de la razón ha hecho sobre la cortina de humo que tenía ante los ojos y votan al otro partido mayoritario; y no porque crean en él, sino con el fin de desbancar al primero. El partido gobernante se frota las manos como lo hacen las moscas y se dice "bien, ahora el problema es de otro".

Toda esta situación no es la óptima, ni mucho menos. Las personas razonables han visto este problema y se han hecho la pregunta natural que siempre hace la razón: ¿Qué deberíamos hacer? Aún no se ha encontrado una respuesta. Será cuestión de darle más tiempo...

lunes, julio 11, 2011

¿Anarquista, yo?

Hace no mucho tiempo, comentaba con un compañero que después de clase yo iba a volver a mi pueblo, y que al ser el fin de semana de las elecciones municipales y autonómicas, me daba un poco de miedo. "¿Por qué?", me preguntó asombrado; "Porque allí con la política la gente se vuelve loca" respondí yo.

Cuando la gente me pregunta por mis ideas políticas, yo digo que soy anarquista. No, no digo apolítico, digo anarquista. Los que me conocen bien y me quieren bien me dicen "no digas eso, hombre" o "no, tú que vas a ser...". Yo sigo diciéndolo, qué le vamos a hacer.

¿Acaso creo realmente que viviríamos mejor sin Estado? ¡No! Esto es solo una forma un poco o bastante brusca de separarme de los partidos actuales, del autoritarismo enmascarado del PP, del liberalismo aburguesado del PSOE, de la irreal visión de IU, y de la repugnancia que me producen los partidos nacionalistas.

No es que los anarquistas que conocemos a nuestro alrededor sean realmente una opción a considerar. El lema "Anarquía y birra fría" ya lo dice todo, no es sino una cándida idiotez para niños que se creen adultos sólo porque en su carnet pone que tienen más de 18 años y porque ya pueden beber, como si los problemas de la vida se resolvieran a base de alcohol y de legalizar la marihuana.

Retomando el tema, podría decir cuando me preguntan por mis ideas... bueno, miento: en realidad no me preguntan por mis ideas, sino de qué partido soy. Podría decir que no soy de ninguno, que no pertenezco a ninguno y que ninguno me dirige ni me posee en forma alguna. Podría decir que como mucho, seguiría a uno u otro por ser más afín a mi forma de pensar, pero que dado que no encuentro mis ideas reflejadas en ninguna de las opciones actuales, pues no podría decirme de ninguno...

Y, sin embargo, me digo anarquista. ¿Por qué? Por una razón sencilla: no creo en el poder. Creo más en la razón.