jueves, enero 08, 2009

AÑO NUEVO, VIAJE VIEJO

(Escrito durante el trayecto en autobús Oviedo-Cangas del Narcea que salió el 1 de enero de 2009 a las 17:00 y llegó a las 19:20)

Abandono Oviedo
el último día
del primero de enero.
La Pixarra, rotonda y autovía,
abro los ojos y los cierro
y no estamos en Grado todavía.

El sol asoma
a espiarme bajo los carteles
por encima de las lomas,
y en los ojos duele
como el rechinar de goma
donde la autovía muere.

Primer Grado, segundo Grado y adelante,
curva de corona y cuesta arriba desbocada.
Cabruñana en la cima, Cornellana en el valle,
y el tedio de las obras ante Salas
que son la historia interminable
del café del hombre de corbata.

El autobús trastabilla y zozobra
girando con los molinos de las cimas.
Llevamos de viaje una hora
y ya se me clava la Espina
inaccesible, helada y sola
que anuda la garganta de la prisa.

Con el ocre, el púrpura y el gris
de las nubes sempiternas del invierno,
las cumbres nevadas de añil
los pardos árboles esqueléticos,
y delante siempre la ruta sin fin
del color mineral del quitamiedos.

Y los desvíos extraños, y el Crucero sin barco,
y a Tíneo en tiempos mejores,
y a rodar barranco abajo
bajo luces argentadas de faroles.
Rodical y más lejos bajamos,
más allá de la Florida sin flores.

Y los dos túneles gemelos siameses,
la marisma envasada en Pilotuerto;
el camino se allana o así parece.
Entre montes descarnados y yertos
la Luna aparca y anochece:
un último túnel, y llegada al Concejo.

Luego, pueblos y más pueblos:
Villar de, y efímero Lantero,
Javita la curva de las luces,
Portiella la que baja y sube,
Antrago de un trago, Tebongo entero
y Villar de Tebongo contra el fuego,
y más allá del puente del Infierno,
de la curva de San Pedro la homicida,
de Corias monacal y prometida,
dejando atrás el puente de Obanca,
final de trayecto y recuerdos de la infancia.

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