miércoles, mayo 06, 2009

EN LUGAR DE DORMIR

Pues esta noche en lugar de dormir me han salido dos poemas, con lo cual la doy por bien aprovechada, supongo; no todos los... meses escribo un poema, no digamos uno decente, y no digamos dos.

BAJO LA SOMBRA DE LOS AVELLANOS.

Un día, que tal vez nunca ocurrió,
a enamorarse jugaban dos guajes;
miradas, guiños, cariño, mensajes,
pólvora humana la luna prendió.

Bendita inocencia (o puede que no),
se dijeron "sí" sin boda y sin trajes;
Sudados, mudos, desnudos, salvajes,
dos cuerpos en uno el sol descubrió.

¡Maldito "adiós" que malparió el infierno,
el olor de ambos aún en las manos!
Mas el maleficio no sería eterno:

Siguieron viéndose ciento veranos;
fuego secreto que aguanta el invierno
bajo la sombra de los avellanos.

(y el otro poema... ah, qué sabe nadie...)

martes, enero 20, 2009

¿Por qué "Handslayer"?

Así se iba a llamar una serie de novelas que tengo proyectadas, de las cuales ya he terminado una y estoy escribiendo otra.

Al final le he cambiado el nombre a la serie por Los Hijos de la Guerra, ya que me dijeron que el nombre que en principio tenía pensado ya estaba cogido.

Los Hijos de la Guerra narra una historia ocurrida en un mundo de fantasía, con un universo al estilo de El Señor de los Anillos, si bien es mucho menos idílico y mucho más terrenal, tan terrenal que en ocasiones nos recordará más a la vida real que a la fantasía. O al menos, eso intento.

Comencé a escribir la primera de las novelas allá por 2001, (y debo decir que fue mucho antes de que yo leyera, y por supuesto viera en el cine El Señor de los Anillos o cualquier otra historia de fantasía "moderna" como Eragon o Las Crónicas de Narnia) pero acabé dejándolo, dejándolo... hasta cuatro años después. Fuera porque se me ocurrió un nuevo enfoque, o porque la vida se ve de distinta manera con 23 años a como se ve con 19, me vino una idea a la cabeza. Nunca se me había olvidado la obra que estaba escribiendo, pero el caso es que un día se me ocurrió cómo podría continuar, y aquella idea me cogió con tal fuerza que me puse manos a la obra. Tuve mucho trabajo "intelectual", la idea me exigía una completa remodelación de la novela de arriba a abajo. Después de todo, orquestar un universo, aunque sea de ficción, no es tarea sencilla.

Luego vino el escribir, y escribiendo escribiendo fui cambiando poco a poco la idea original de 2001 (la primera parte), de manera que una vez terminada esta continuación que habrá de ser la segunda parte, que concluí a finales de 2007, tengo que reescribir por completo la primera parte. Y en ello estoy en el tiempo que me permiten los estudios y otras obligaciones. Hay días e incluso semanas en que no puedo escribir nada, como muestran las espaciadas actualizaciones que hago en este blog, pero nunca abandono el proyecto: llegará el momento en que tenga más tiempo para dedicarme a ello. Y lo necesitaré, pues ya tengo en mente unas 20 novelas de Los Hijos de la Guerra.

Puede que esté algo loco por ello, quién sabe. Locura o no, este es mi pequeño/gran proyecto en la vida, y aunque nunca se publique debido a la saturación actual de literatura y cine fantástico, no estaría satisfecho con todas estas historias dentro de mí. No sería... sano.

jueves, enero 08, 2009

AÑO NUEVO, VIAJE VIEJO

(Escrito durante el trayecto en autobús Oviedo-Cangas del Narcea que salió el 1 de enero de 2009 a las 17:00 y llegó a las 19:20)

Abandono Oviedo
el último día
del primero de enero.
La Pixarra, rotonda y autovía,
abro los ojos y los cierro
y no estamos en Grado todavía.

El sol asoma
a espiarme bajo los carteles
por encima de las lomas,
y en los ojos duele
como el rechinar de goma
donde la autovía muere.

Primer Grado, segundo Grado y adelante,
curva de corona y cuesta arriba desbocada.
Cabruñana en la cima, Cornellana en el valle,
y el tedio de las obras ante Salas
que son la historia interminable
del café del hombre de corbata.

El autobús trastabilla y zozobra
girando con los molinos de las cimas.
Llevamos de viaje una hora
y ya se me clava la Espina
inaccesible, helada y sola
que anuda la garganta de la prisa.

Con el ocre, el púrpura y el gris
de las nubes sempiternas del invierno,
las cumbres nevadas de añil
los pardos árboles esqueléticos,
y delante siempre la ruta sin fin
del color mineral del quitamiedos.

Y los desvíos extraños, y el Crucero sin barco,
y a Tíneo en tiempos mejores,
y a rodar barranco abajo
bajo luces argentadas de faroles.
Rodical y más lejos bajamos,
más allá de la Florida sin flores.

Y los dos túneles gemelos siameses,
la marisma envasada en Pilotuerto;
el camino se allana o así parece.
Entre montes descarnados y yertos
la Luna aparca y anochece:
un último túnel, y llegada al Concejo.

Luego, pueblos y más pueblos:
Villar de, y efímero Lantero,
Javita la curva de las luces,
Portiella la que baja y sube,
Antrago de un trago, Tebongo entero
y Villar de Tebongo contra el fuego,
y más allá del puente del Infierno,
de la curva de San Pedro la homicida,
de Corias monacal y prometida,
dejando atrás el puente de Obanca,
final de trayecto y recuerdos de la infancia.