domingo, febrero 10, 2008

¡Si Lázaro levantara la cabeza...!

Y el caso es que hay quien dice que sí que lo hizo, que en cuanto Jesucristo le dijo: "levántate y anda", él se levantó y anduvo. Pero no me estoy refiriendo al Lázaro del evangelio de San Juan, sino a otro más cercano, más nuestro y hasta más inspirador y definitorio de nuestra cultura que el mismísimo Cid Campeador; pues si éste venció batallas después de muerto, el Lázaro a quien yo me refiero ha dejado una huella profunda en España sin haber llegado siquiera a nacer. Me refiero a Lázaro de Tormes, el protagonista de El lazarillo de Tormes.

El lazarillo de Tormes comienza en nuestro país la siguiente y larga tradición de la novela picaresca, allá por el Siglo de Oro (dicen que el siglo XX ha sido en España el Siglo de Plata de la literatura). Al humilde Lázaro le sucedieron El Guzmán de Alfarache, Pícara Justina y El buscón entre muchos otros. Pero vayamos al asunto.

Mencionaba más arriba que el personaje de Lázaro, el pícaro, es quien mejor define nuestra cultura; más que el paisaje es el "paisanaje" de España. Situémonos en la situación de entonces: España había extendido un imperio enorme, y era la primera potencia mundial. Sin embargo, en las callejuelas de las principales ciudades se veía una estampa no muy distinta a los suburbios estadounidenses de hoy: miseria, hambre, suciedad, pobreza... un ambiente donde sólo los más fuertes salen adelante. Los más fuertes... o los más listos. Un niño en ese entorno debía desarrollar un ingenio superior al de los adultos y recurrir a él (a falta de fuerza) para procurarse el sustento.

Lázaro se vio forzado a rapiñar para subsistir, una lógica estrategia de supervivencia que se prolongó durante varias generaciones que padecían los mismos males. Un día, la situación cambió: la ciencia aumentó la esperanza de vida, el imperio español declinó y cayó, y el ciudadano medio prosperó. Pero a pesar de los cambios, el instinto de pícaro ya había arraigado profundamente en la conciencia del español; hasta el punto en que, en mayor o menor medida todos llevaban algo de pícaro dentro de sí. Y en un entorno donde todos son pícaros, son los mayores de entre ellos los que más prosperan. Y ahí tenemos a nuestra clase política: oportunistas, desvergonzados, ingeniosos, individualistas... buenos para sí mismos, y malos para los demás.

En mi opinión (ya lo he dicho alguna otra vez) no es eso lo que necesitamos. Ingenio lo ha habido siempre en España: la chispa, la capacidad de improvisar, la agilidad y reflejos mentales. Que los políticos gasten desvergüenza y oportunismo es algo que sólo les beneficia a ellos. Lo que falta es profundidad, esfuerzo y estudio, y darse cuenta de que se avanza más con trabajo que con ingenio. El ingenio basta para sobrevivir, pero la supervivencia es un pobre objetivo en un país como el nuestro donde, por fortuna, la supervivencia está más o menos asegurada en la mayor parte de los casos; pienso que ahora nos toca progresar, y para eso hace falta esfuerzo.

Por eso digo que si Lázaro hubiera existido y a día de hoy levantara la cabeza, tal vez al ver el entorno actual de picaresca innecesaria (puesto que fue necesaria una vez, cuando había que escoger entre el hurto o el hambre), de insidias y maneras subrepticias de ganar dinero, tal vez entonces se frotase las manos sonriendo para sí y pensando: "¡Ésta es la mía!"

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